Viernes, 09 Febrero 2024 17:47

Bébédjia, a 7 de febrero de 2024

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Bébédjia, a 7 de febrero de 2024

La sala de cuidados intensivos pediátricos está cada vez más llena. Las camillas están pegadas a la pared, y en cada una se pueden acostar 2 o 3 pacientes. Hay dos en la derecha,
tres en la izquierda y una en el centro. Y la incabudora, en la pared de la puerta. Ahora es amplia y más luminosa. Antes de la obra que hicimos, esta sala era un angosto cuartillo donde se amontonaban vas camillas, los niños, las cazuelas, las madres, los concentradores, las bolsas de transfusión. El aire era irrespirable. Los paños sobre los que echan a los niños huelen a orina, heces, leche materna. Y hace calor.
En época de lluvias tenías que mirar donde pisabas y no era raro encontrarse algún niño en el suelo, en brazos de su madre (por falta de espacio en las camillas, no porque tengan ese reflejo de abrazar al niño enfermo) ya fallecido.
Anoche estaban todas las camillas ocupadas por niños menores de dos años. A la derecha, un bebé, malnutrido agudo severo, remitido desde el Centre de Handicapes de Doba para que se obrara el milagro aquí. Muy mala pinta. En la siguiente camilla un niño con insuficiencia respiratoria. En el centro una niña de unos 10 meses que lleva convulsionando desde hace una semana. Un paludismo cerebral que podré empezar a tratar una vez se estabilice un poco.
El la pared de la izquierda, otra neumonía, un recién nacido de anoche al que hubo que reanimar y, finalmente, el pobre Mahamat, que llegó con una quemadura en la mejilla, pútrida. Parece que la herida ha causado una infección diseminada y ahora también tiene neumonía , un absceso cerebral y (cómo no), malaria.
La incubadora antediluviana (a la que algunos llamamos cajita de muertos) está situada en la pared donde está la puerta.
Tres niños con necesidad de concentrador de oxígeno, pero solo hay dos tomas.
Los enfermeros están tranquilos. Lo hacen todo despacio, como si quisieran ahorrar energía para prepararse para la estación lluviosa donde todos están sobrepasados.
Cada noche nos acercamos a llevar comida a las familias que no tienen nada que llevarse a la boca. Los enfermeros saben siempre quien la necesita.
El personal de guardia duerme en el suelo del control de enfermería, con sus mosquiteras, sobre un delgado colchón.
De fondo, la niña de la cama 47 rompe el silencio nocturno con sus gritos de dolor. No hay nada que le calme, y hemos probado de todo (de todo lo que hay aquí, claro).

Si, papá: esta es la foto de un mes muy bueno en la urgencia.
Vendrán historias más bonitas. 
LoveU

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