Sábado, 05 Febrero 2022 16:21

Sin fobias y a lo loco

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Bébédjia a 1 de febrero de 2022
Sin fobias y a lo loco

Siempre vengo con las uñas de los pies pintadas con esmalte permanente de color rojo. Y no lo hago por estar más glamourosa (bueno, igual un poco si). Lo hago porque de esa forma evito ver la suciedad acumulada bajo las uñas. Inevitable la roña, permanente, rebelde a cualquier intento de aniquilación por tu parte.
Si. Sigue allí. Pero al menos yo no la veo.
No me importan las uñas negras ajenas.
Me contento con mirar abajo (que siempre hay que mirar, no vaya a ser que se te cruce una cobra escupidora y la liemos parda) y ver destellos rojos perfectamente delimitados en medio de la mugre.

La suciedad en los pies se podría evitar llevando calzado cerrado, pero la verdad es que conforme te vas relajando, vas dejando de usar zapatillas de deporte. Se te cocinan los pies y acaban hechas un asco también.
Al menos los pies se pueden lavar.

También he sido criticada por ir con el morramen pintado. Si voy a trabajar así en España ¿por qué no un rouge en Saint Joseph?. Es cierto que desde que tenemos que ir con la boca tapada utilizo tonos más claritos, así este año más pastel también aquí.

Bastante zarrapastrosos vamos los nazaras en comparación con los compañeros de aquí. ¿Qué menos que uñas, pintalabios y un pañuelo en la cabeza para intentar subir un puntito en la escala de elegancia?
Me pregunto cómo consiguen ellas estar tan limpias y planchadas todos los días cuando aquí la lavadora y la plancha son pura fantasía (vamos; que no hay).

Los aprensivos y escrupulosos no podrían pasar aquí más que unas horitas (si eso) . Absténgase también musofóbicos, entomofobicos y herpetofóbicos. Tampoco aptos los que no toleran olores de procedencia humana y de diferente índole.

Para los que viven con el móvil o el ordenador enchufados a la corriente, esto sería una pesadilla.
En nuestros cuartos tenemos electricidad 2 horas por la mañana y 3 por la tarde. Tiempo suficiente para que, en tu ausencia (ya que apenas disfrutamos de la luz en el cuarto por tema de horarios), se haya cargado la batería externa.

Generalmente hacemos todo a golpe de linterna. Tiene sus ventajas el tema, porque no ves los bichos que acechan desde las esquinas más oscuras. Ojos que no ven….

El lavabo lo utilizas para lavarte la cara o las manos. Para los dientes, mejor agua embotellada. Agüita fresca en minichorro para la ducha (con boca sellada) y cero cremitas, no vaya a ser que el olor atraiga a los mosquitos.

El drama “electrodomestiquil” mayor (a mon avis) es el tema de la lavadora. Lavar a mano es un infierno para los perfeccionistas. Nuestro lavadero es ideal para que la ropa se ensucie de nuevo después de aclararla; o bien se escurre y se cae de nuevo a la tierra o bien le caen hojas y bichos mientras la tienes en el montoncito de espera. Además, el jabón que utilizamos aquí es como la roña de la que hemos hablado antes. JAMÁS consigues aclarar bien lo que lavas. Si para un calcetín tardas un ratillo, imaginaos para los pijamas de hospital o para las sábanas. Lavadora, I miss you.

Al lado de lo de la lavadora, lo del frigorífico es lo de menos. Hemos mejorado en este sentido porque ahora tenemos uno nuevito que, aunque funciona solo 5 horas al día, consigue mantener bastante bien el frío si no lo abres mucho.

A pesar de todas las incomodidades, me siento como en casa. Mi “yo” pijo aceptó esta forma de vida desde el primer momento. Uno se acostumbra a todo si está feliz en un sitio. Y yo lo estoy.

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