Domingo, 19 Febrero 2023 16:21

Bébédjia, a 13 de febrero de 2023

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Bébédjia, a 13 de febrero de 2023

Aunque comparativamente con la época de lluvias la mortalidad por semana no ha sido excesivamente alta, en lo que la pediatría respecta, se han marchado más pacientes de los que han llegado.

A Nohemy, la pequeña que nació con una obstrucción intestinal, se la llevaron el viernes pasado a morir a la aldea. Dando a luz, la mamá murió. El padre falleció pocos días después en la aldea. Las abuelas materna y paterna se quedaron con la pequeña en el hospital, pero como era huérfana, nadie quería tomar la decisión de operarla. La responsabilidad debía recaer sobre un hermano del padre que, al estar en plena celebración del funeral, no pudo (o no quiso) desplazarse para dar el consentimiento. (Mal)Gastar dinero en un hijo tan pequeño casi nunca se contempla. Imaginaos la inversión en una niña que ni siquiera es tu hija. No se plantea.

Mientras, el abdomen de la pequeña iba expandiéndose a la vez que aumentaba el dolor. Nos costó Dios y ayuda que, al menos, le diesen el paracetamol intravenoso para el dolor. Tuvimos que convencer al personal sanitario y familiares. Debieron pensar que era una forma tontisíma de malgastar el dinero y el medicamento cuando a todo el mundo le quedaba claro que Nohemy no tardaría en morir. La calidad de vida aquí está en un quinto plano. Fuera de plano, en realidad.

Como era de prever el tío de la niña nunca llegó, y la abuela paterna quería marcharse al funeral de su hijo. Los funerales aquí son auténticas celebraciones que duran días, semanas o hasta que el último de los familiares se haya marchado. Mientras tanto, la familia invita a comer a todo el que llegue lo que en ocasiones conduce a la familia del finado a la ruina.

Pudo más la muerte de los padres que el futuro sombrío de la niña.

Al quitarle la vía y alejarla de Saint Joseph, la condenaron a una muerte dolorosa aunque probablemente más rápida. Cuando muere un niño no hay funeral, así que eso que se ahorran los tíos.

También falleció la prematura a la que le prescribió el curandero una mezcla de raíces que la familia no dudó en darle.


Al pequeño de 4 meses con malaria grave y neumonía no le bastaron las escasas horas de oxígeno que aseguró la electricidad de Saint Joseph. Tampoco a la niña de 6 años con malaria e insuficiencia cardíaca.

El niño del traumatismo craneoencefálico que llegó el jueves pasado tampoco lo logró.

Para compensar, dos cesáreas nos regalaron dos hermosos bebés vivos. Bebés que saben a gloria y a vida. Bebés que todos quisimos abrazar y acariciar, porque ya tocaba sonreír y celebrar.

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