Viernes, 16 Febrero 2024 17:29

Vicent Destacado

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Vicent

El miércoles 7 recibí un audio de Sor Mabel, la directora, enfermera y fisioterapeuta del Centre de Handicapés de Doba.
“Cantando” colombiano me decía que nos acababan de mandar a un niño que había llegado esa misma mañana a su centro con quemaduras de tercer grado en cara, cuello, brazos, tronco y abdomen. El 30% de superficie corporal. En su torpe caminar se había caído en el fuego que preparan en cada casa para calentarse (ojo que aquí las temperaturas en estas épocas del año oscilan entre 18° de la noche y 40°grados durante el día), pero es su invierno.

- Te agradezco en el alma lo que tú me puedas hacer con ese bebecito, Paula

El pequeño se había pasado 3 semanas en la aldea, supongo que rabiando de dolor, hasta que se decidieron a buscar ayuda “occidental”. Cómo sobrevivió, solo Dios lo sabe. Increíble que no se deshidratara o infectara.

Cuando llegué a la cama que le habían asignado, tuve que contener las lágrimas. Él no hizo nada para ocultarlas, porque fue verme y llorar aterrorizado. Estaba claro que esa iba a ser su reacción así que fui preparada con una chocolatina que no dudó en aceptar con su boquita. Una vez hubo tragado el manjar, volvió al modo llanto.

Las quemaduras de los brazos y manos habían empezado a cicatrizar. Su cuerpito quemado estaba lleno de costras y las articulaciones se habían quedado rígidas en flexión al haber zonas pegadas de piel con piel. El cuello se movía mínimamente. Milagrosamente, su boca, ojos y pestañas estaban intactos. Era lo único que podía hacer. Mover esos ojitos observando lo que ocurría a su alrededor y aceptar de buena gana la comida que se le daba.

Era necesario meterle en quirófano para limpiar todas las costras, movilizarle los hombros, codos y manos para vencer las rigideces y adherencias para posteriormente inmovilizarlos en una posición adecuada para que no volvieran a quedarse rígidos. Después habría que comenzar con las movilizaciones.

El viernes le sedamos e hicimos la cura en quirófano.
- Yo tengo que pensar que es un muñeco para no ponerme a llorar- me decía Javi.

A tres bandas (Javi, Noel y yo) le desbridamos y le vendamos para después inmovilizar sus brazos con ayuda de unos cartones a modo de férulas improvisadas.

No sé por qué, yo no tuve que imaginarme que limpiaba un nenuco. Me centré en la tarea - raspar, quitar costra, lavar con betadine, frotar más y más- mientras rezaba para que no empezara a decaer el efecto de la ketamina. Y, mientras lo limpiaba, pensaba si habría en este país suficientes chocolatinas y globos para ganármelo antes de empezar a moverlo.

Entonces, te lo encomendé.

En nuestra experiencia, a los niños quemados se los suelen llevar a la aldea antes de terminar el tratamiento cuando entienden que el proceso es largo. El pequeño, si salía de esta, quedaría con la cara, brazos, tronco y abdomen blancos, y no sé si la familia y la sociedad llegarían a perdonar esa particularidad física. Además, probablemente iba a quedar con una limitación funcional importante en los miembros superiores.
Ojalá nos dejaran trabajar.
Ojalá evolucionara bien.
Ojalá le dieran una oportunidad al pequeño y no se lo llevaran a morir a la aldea como hicieron con Orphine dos años atrás. Ojalá no le dieran unas hierbas que acabaran con su vida durante su estancia hospitalaria, como le pasó al pequeño Abdel el año pasado

La evolución no fue la esperada. Se intentó. Se le curó a diario y el pequeño se fue apagando hasta que finalmente falleció ayer.

Otro hijo más al que acoger allí arriba, papá. En algo más de dos semanas ya tienes un buen grupete de pequeños haciéndoos compañía. ¿No son preciosos? Cuídamelos anda, y comételos a besos que aquí no han recibido ninguno.

El corazón se te endurece conforme van pasando los años. Cada vez te sorprenden o te espantan menos las cosas. Entiendo que es un mecanismo para poder gestionar lo que vivimos aquí, pero es cierto que a veces me asusta lo serena que estoy en situaciones que hace años me hubieran roto.

No puedo compartir las fotos de este angelito, pero si de su abuela, quien lo acompañó durante todo el ingreso.

Benditas “kakas”.
Aquí y en el mundo entero.

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